Año de publicación: 1990
Valoración: imprescindible
He tenido que contemplar la portada para empezar a escribir sobre este disco. Tras años y años escuchándolo no había reparado en ella, y he de reconocer que lo hago a raíz de haber leído un libro sobre el dúo que me ha hecho recapacitar algo más sobre su coartada intelectual al margen de la cuestión sonora.
Porque en 1990, cuando Behaviour fue publicado, el último disco del dúo se llamaba Introspective y estaba repleto de ritmos de discoteca. Pero los músicos que nos miran (es un decir) desde la portada ya no son dos jovenzuelos. Y esas rosas tiradas en el suelo.
Behaviour encaja en eso que se suele llamar obra de madurez. Primero, porque pocos grupos publican cuatro discos en apenas cinco años y mantienen un nivel de calidad tan elevado. Please, Actually, Introspective y Behaviour son cuatro estupendos discos, en progresión sonora y cualitativa pero perfectamente disfrutables por separado. A pesar de lo cual, el conocedor de la obra del dúo suele tener un especial afecto por este último. Se trata de cohesión, de tracklisting, del espíritu otoñal del disco, de los enormes aciertos de las canciones lentas, y de la elección de los momentos cumbre del disco. Porque en 1990, año de publicación, el CD empezaba a superar en ventas a los discos de vinilo. Pero la importancia del orden de las canciones aún primaba. Y Pet Shop Boys eligieron empezar las dos caras del disco con dos de sus temas más emblemáticos. En Being boring, conducida por la guitarra wah-wah de Johnny Marr y con un ritmo reminiscente del hip hop, el tono melancólico se apodera y el mensaje de la letra es claro. Nostalgia del tiempo pasado, de las amistades arrasadas por el SIDA, de las fiestas inmortalizadas en colecciones de fotos. Su elección como single constituyó un claro desmarcaje con su implacable serie de hits previos. No es una canción fácil, que pueda bailarse o tararearse. La cara B se abría con My october symphony, reverso de Being boring y sutil mensaje político del grupo, que rinde homenaje al desmoronamiento del bloque soviético, con referencias en la letra que revelan el estupor de un pueblo ante el cambio diametral que experimenta su mundo. Posiblemente se trate de dos de las mejores canciones de la carrera del grupo pero desde luego no son las más conocidas. Y es lo que ocurre con todo el disco. Behaviour no obtuvo las mismas ventas que sus tres discos anteriores, fundamentalmente porque el grupo arrinconó la inmediatez y la sustituyó por unos matices que se habían manifestado de forma puntual, sobre todo en Actually, su segundo disco, pero que representaban un alejamiento, amparado por las posibilidades que entonces aún deparaba el formato álbum, del estereotipo que arrastraban desde su primer hit, la muy ubicua West end girls. Ése que consideraba al grupo como una factoría de música bailable, orientada al consumo hedonista.
Behaviour contó con la ayuda de algunos colaboradores externos: el ya mencionado Johnny Marr (ex-Smiths) aportaba guitarra en plano discreto, sin ensombrecer ni acaparar sonido. Angelo Badalamenti, en boga a raíz de sus subyugantes colaboraciones con David Lynch en el score para Twin Peaks o Blue Velvet, añadía sutiles orquestaciones a canciones delicadas, muy raramente (excepto el single So Hard) por encima del medio tempo, pero que aportaban una sensación de unidad al disco. Unidad que caló en la crítica pero desorientó a su público. Tipos de pose cool vestidos de diseño hi-tech confeccionando un disco triste y melancólico, una llamada al blanco y negro y a la introspección (curioso, habían titulado Introspective su anterior disco, prácticamente una colección de mezclas extendidas orientadas a las pistas de baile globales).
Desde la perspectiva del paso del tiempo, ese bellaco implacable, Behaviour es una cumbre creativa colosal. Se demostró que la electrónica podía ser emocional sin necesidad de ceder en exceso al sonido orgánico. Las cajas de ritmos y las capas sintetizadas tomaron una forma humana en el sentido emocional. Las baladas y los lamentos por las relaciones no sonaban edulcoradas, y la universalidad de la música hacía que esas canciones (las agazapadas entre singles, como la frágil Nervously) sirvieran para que todo el mundo las sintiera como propias.
Sea por imposiciones comerciales o por una necesidad evolutiva, la carrera del grupo empezó a trazar una curva descendente salpicada por buenas canciones que se han ido espaciando en su discografía posterior. No hay que negar que hayan sido capaces, puntualmente, de presentar algunas excelentes canciones en sus discos posteriores. Very, el inmediatamente posterior, sería un gran disco si se le extrajeran dos o tres canciones algo aceleradas. Pero han sido incapaces de alcanzar la perfección de Behaviour. Diez canciones seguidas donde no sobra ni un segundo. Poquísimos discos pueden presumir de esto.
Porque en 1990, cuando Behaviour fue publicado, el último disco del dúo se llamaba Introspective y estaba repleto de ritmos de discoteca. Pero los músicos que nos miran (es un decir) desde la portada ya no son dos jovenzuelos. Y esas rosas tiradas en el suelo.
Behaviour contó con la ayuda de algunos colaboradores externos: el ya mencionado Johnny Marr (ex-Smiths) aportaba guitarra en plano discreto, sin ensombrecer ni acaparar sonido. Angelo Badalamenti, en boga a raíz de sus subyugantes colaboraciones con David Lynch en el score para Twin Peaks o Blue Velvet, añadía sutiles orquestaciones a canciones delicadas, muy raramente (excepto el single So Hard) por encima del medio tempo, pero que aportaban una sensación de unidad al disco. Unidad que caló en la crítica pero desorientó a su público. Tipos de pose cool vestidos de diseño hi-tech confeccionando un disco triste y melancólico, una llamada al blanco y negro y a la introspección (curioso, habían titulado Introspective su anterior disco, prácticamente una colección de mezclas extendidas orientadas a las pistas de baile globales).
Desde la perspectiva del paso del tiempo, ese bellaco implacable, Behaviour es una cumbre creativa colosal. Se demostró que la electrónica podía ser emocional sin necesidad de ceder en exceso al sonido orgánico. Las cajas de ritmos y las capas sintetizadas tomaron una forma humana en el sentido emocional. Las baladas y los lamentos por las relaciones no sonaban edulcoradas, y la universalidad de la música hacía que esas canciones (las agazapadas entre singles, como la frágil Nervously) sirvieran para que todo el mundo las sintiera como propias.
Sea por imposiciones comerciales o por una necesidad evolutiva, la carrera del grupo empezó a trazar una curva descendente salpicada por buenas canciones que se han ido espaciando en su discografía posterior. No hay que negar que hayan sido capaces, puntualmente, de presentar algunas excelentes canciones en sus discos posteriores. Very, el inmediatamente posterior, sería un gran disco si se le extrajeran dos o tres canciones algo aceleradas. Pero han sido incapaces de alcanzar la perfección de Behaviour. Diez canciones seguidas donde no sobra ni un segundo. Poquísimos discos pueden presumir de esto.
Un gran disco, estoy muy de acuerdo con tu reseña, pero existe una incorrección; la guitarra de Being Boring no es de Johnny Marr, es de J.J. Belle, Johnny Marr sólo colabora en This must be the place... y en My October symphony.
ResponderEliminarToda la razón: si es que Marr con un wah-wah ya debería haberme extrañado...
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