domingo, 8 de enero de 2017

Getz / Gilberto


Año de publicación: 1964


Valoración: imprescindible

Millones de consultas de dentistas, ascensores, cadenas de hilo musical para aeropuertos y salas de espera, cantantes de medio pelo, con escaso bagaje técnico, dedicados a amenizar decadentes veladas en hoteles de costa, o restaurantes con pretensiones de elegancia,  deberían estarle agradecidos a este disco. Porque parece que les demostró que todo podía ser sencillo.
La cuestión no puede ser más casual, a la par que idílica. Los sonidos brasileños ya habían empezado a penetrar en el gusto occidental por la música popular. Hablamos de 1964, y el mundo estaba muy pendiente de cuatro muchachos de Liverpool. En el otro lado del Atlántico un saxofonista procedente de la escena jazz se aliaba con un cantante y guitarrista de aspecto serio y anónimo, Joao Gilberto, que solamente sabía cantar en portugués, sobre todo algunas de las deliciosas piezas breves que componía Antonio Carlos Jobim. Seguramente, y menos cuando invitaron (o el mito dice que fue así) a Astrud Gilberto, esposa de Joao, a cantar, por el mero hecho de que sabía inglés, en ningún momento debieron pensar que estaban concibiendo 35 minutos (en ocho canciones) de música que influiría en el futuro. 
Porque hay que proclamarlo. Sin Getz/Gilberto no existirían muchas cosas. Stereolab, Sade, el sonido chill-out (el bueno y, ejem, el deleznable), Everything But the Girl, la transformación de Paul Weller para los primeros discos de The Style Council.
La capacidad de seducción de este disco es inmediata. Imposible no reconocer canciones como The Girl from Ipanema. Corcovado o Desafinado, destinadas irremisiblemente a ser clásicos, y a ser objeto de versiones que, casi siempre carecían de la magia, la sutileza y la perfección con que se presentaron en este disco. Imposible no dejarse transportar por esa música que te arrastra a la placidez de una playa o de una terraza en un paseo marítimo. Con cadencia y sensualidad, con esa tonalidad tranquila y nostálgica. Un disco que parece sencillo en su concepción: alternar protagonismo vocal e instrumental, dejar fluir melodías conducidas por voz, por piano, por saxo y, combinadas con ese ritmo perezoso, guitarra, contrabajo y batería en omnipresente segundo plano, y dejar que todo quede impregnado por esa fascinante aura. Rodearlas de músicos técnicamente impecables, en picos de inspiración. Mencionados los clásicos incontestables que hicieron de este disco un éxito comercial en un estilo tan poco habitual de las listas de éxitos como el jazz, constatar que no hay un solo segundo de relleno, que canciones no tan conocidas, como O Grande Amor o Vivo Sonhando son obras maestras inapelables de la música universal, y este disco un absoluto imprescindible para cualquiera.
Las carreras posteriores de todos estos músicos quedarían marcadas por este incontestable trabajo canónico: Jobim, responsable compositivo de la gran mayoría de estas maravillas continuaría marcando cotas del estilo como el extraordinario Wave (1967), y ese mismo año demostraría al mundo lo alto que su música se elevaba, grabando un LP entero con Frank Sinatra.

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