Año de publicación: 2019
Valoración: bastante recomendable
Mis experiencias con la música procedente de Holanda (o los Países Bajos o como se le llame ahora) son limitadas. Apenas a oídas sé que Tony Ronald (una viejísima gloria del pop hortera de los 70) o los Gruppo Sportivo (un combo new wave de nulo atractivo sonoro, como unos B-52s que se han criado en el Barrio Rojo de cualquier ciudad centroeuropea), aunque puede que alguno de los DJ con apellido Van cuyas sesiones de trance solía comprar - que no escuchar - en los 90 fuera de Groningen o de Amsterdam. Perdonad que no lo mire ahora, que hay prisa.
En todo caso, que la primera aportación de dicho país a este blog sea este disco no deja de ser adicionalmente bizarro. Pues Yin Yin es un quinteto liderado por dos holandeses establecidos en USA que se dedica al rock instrumental con referencias orientales. Toda una mezcla de componentes, prácticamente todos, fuera de toda conexión con la actualidad. Porque el rock, por mucho que se obstinen los ingenuos y que sus intenciones sean loables, en su sentido original, ya no tiene otra salida que la autoalimentación y la nostalgia, lo instrumental es, en esencia, poco radiable o streamable y lo oriental ya apesta de tan trillado. En este sentido, mi única crítica frontal a este The Rabbit that hunts Tigers es la inclusión del famoso speech de Bruce Lee, el de be water my friend, como si los músicos fueran tan jóvenes para desconocer que hasta el capitalismo salvaje se apropió del mensaje para vendernos algo. Creo que coches. Perdonad que no lo mira ahora, que hay prisa.
Indudablemente tal osada apuesta estilística hay que aplaudirla y respaldarla, aunque no sea estrictamente original en sus componentes, y aunque las influencias asomen tras cada canción, y el sorprendentemente cohesionado disco (disponible en Youtube: aquí) vaya destapando toda clase de alegorías veladas. Por suerte no hay alusiones a las artes marciales, a los pesados machistas del Tibet, a las tonterías espirituales de los del té y las magdalenas ni al K-Pop. O sea, se trata de un disco más que digerible que no juega a ser muzak aunque a veces lo parezca. Pero puede interesar a un amplio rango de oyentes: desde los trémolos deudos de los Shadows hasta alguna reminiscencia de los Cure de la primera época, la obvia psicodelia de los Doors, actualizada en algunos de los devaneos más enloquecidos de Air, pasando por muchos otros rangos, todo asoma ahí de una manera u otra, y Yin Yin parecen conectar de otra manera, sin excederse - salvo por algún título incluyendo el del disco - ni cargar demasiado las tintas. O sea, no parece que vayan a servir de hilo musical a ningún restaurante alternativo donde sirvan chop suey. Si la frescura sirve de algo hoy en día, aunque sea una frescura más ingenua que irreverente, un disco que merece la pena explorar.
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