Año de publicación: 1983
Valoración: muy recomendable
El arte de desmoronarse: glorioso y premonitorio título para el segundo disco de un dúo que estaba en ello. Engullidos seguramente por el abrumador éxito de su adaptación de Tainted love (junto a Don't you want me y Enola Gay, el exiguo legado para las radiofórmulas de que alguna vez existió el synth-pop), y con el interludio del disco de mixes Non stop ecstatic dancing. el grupo entrega un segundo disco de estudio que representa una evolución sin ruptura pero una constatación de que sus intenciones (las de Almond, al menos) eran firmes. Aquellos dos estudiantes de arte querían iniciar una carrera. Y este disco no contiene hits ni metralla para la pista. Ni siquiera recrea el ambiente algo frívolo y muy canalla de canciones anteriores como Seedy films o Sex dwarf.
Todo se ha matizado y el disco es extrañamente cohesivo. Apenas dos detalles que lo puedan emparentar con su debut: iniciarlo con una canción teóricamente menor, donde antes hablaban de frustración en Forever the sam e se habla de rutina, y las canciones comparten tonalidad, duración (entre cuatro y cinco minutos, válidos para el pop pero poco amigables para la radio), y quizás Loving you, hating me, con su mid-tempo y su tensión dramática, pueda sonar a un intento de revalidar la épica de Say hello, wave goodbye. El avance sonoro es evidente, la producción ya elude el encantador aspecto precario anterior y todo suena sólido y poderoso. Quizás ese sea el problema. Parecían no tener problema con lo sórdido y amateur y The Art of falling apart parece maduro y meditado.
Pero no hay que obsesionarse con esa comparación, ya que el disco contiene algunas de las mejores canciones de la banda. Where The Heart Is conserva cierto encanto homemade y su avance melódico combina esa agridulce cualidad ligeramente melancólica. Almond cantaba cada vez mejor y eso relegaba a Ball a un segundo plano cada vez más lejano. Numbers (aquí en su excelsa versión extendida) tiene algo de himno generacional, y desde luego un arreglo de cuerda como el que arropa la exquisita Kitchen Sink Drama hubiera sido imposible concebirlo sin los royalties de su debut. No puede decirse que esas tensiones, las que hicieron que su tercer LP (el bizarro This last night... in Sodom) se publicara con el dúo ya disuelto, afecten en lo sonoro. El disco sigue siendo un muy notable segundo disco de carrera, y sus canciones aportan a su legado, más influyente de lo que parece, a lo cual seguramente haya contribuido la muy sólida carrera en solitario de Almond. En todo caso, muy disfrutable y una absoluta bofetada a los ignorantes que los califican de one hit wonder.
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