domingo, 24 de mayo de 2020

Sade: Diamond life


Año de publicación: 1985
Valoración: caducado

Demos por sentado que cualquier manifestación artística y cultural se inscribe en su tiempo y es hija del momento en que se ha concebido. Incluso experimentos de revival como los que eran constantes hace lustros no dejaban de ser entrañables pues su mera idiosincrasia los actualizaba: ni los Stray Cats intentando regenerar el rockabilly ni Lenny Kravitz grabando con instrumentos analógicos ni los sempiternos intentos de vocalistas por atacar clásicos de los tiempos de las big-band (una lista interminable) conseguían hacer olvidar que eran eso: recuperaciones de un sonido de una época que ya no existía.
A Diamond Life, emblemático título del debut de la glamourosa cantante inglesa de origen nigeriano es, por tanto, imposible separarlo de ese año 1985 con una escena inglesa desorientada: la new-wave agotada, el punk un mero pretexto para vender chapas en Trafalgar Square o en el mercado de Candem,  el synth pop  dando coletazos brillantes pero ya dispersos, los new-romantics pulverizados o haciendo estúpidos discos de soul blanco como Spandau Ballet, las grandes figuras del heavy-metal entregadas a las balada más tiernas. Época de pujanza económica y estúpida adulación por el éxito fugaz,  en Sudáfrica aún existía el apartheid y el melting-pot londinense no encontró mejor manifestación que una vocalista de - muy poco - color con una voz sedosa poco dada a las estridencias, hermoso ejemplar de la raza humana que solo hubo que rodear de músicos apañados, material digno sin el mínimo riesgo (medios tiempos, baladitas cargada de azúcar, arreglos técnicamente impecables) para vender la etiqueta cool a todo el planeta.
Así que Diamond Life cumplió las expectativas: videos al uso con la cantante en un sufrido papel de front-woman, solos de saxo que entraban en el momento justo y que servían de pretexto a los fans de la cantante, digo de la banda, para aportar ese postureo de filias jazzísticas. Todo un combinado, cualquier canción, mas lenta, más reflexiva, más, ejem, marchosilla, puede ser un ejemplo (obviemos Smooth Operator, una de las obvias culpables de la existencia de pestilentes emisoras de radio dedicadas al muzak en forma de soft-rock) de ese toque sofisticado, esa vida de diamantes en que todos los restaurantes sirven caviar en mesas tenuemente iluminadas, en que todos los caballeros disponen de un smoking para las ocasiones, todas las mujeres tienen un vestido de fiesta y fuman con boquilla.
Un mundo que ahora casi unánimemente reprobaríamos. Oír el disco tres décadas más tarde solo me ha evocado bostezos y sorpresa de lo inofensiva y previsible que resultó siendo esta música, a la que el tiempo ha pasado enorme factura. Cualquier rastro de talento se ha resecado cual trozo de tela expuesto al sol durante años.

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