domingo, 17 de mayo de 2020

Bad Bunny: YHLQMDLG


Año de publicación: 2020
Valoración: bastante recomendable

Bad Bunny es tan prolífico y omnipresente que, mientras me planteo escribir esta reseña de este su último álbum, ya ha publicado otro. Llamadle aprovechar el momento, llamadle dar curso al caudal creativo, pero la omnipresencia del músico puertorriqueño empieza a ser abrumadora y es otro ejemplo, Billie Eilish o Bad Gyal serían otros, de la importancia capital de otras vías de acceso a la cultura.
Porque el Trap o el Reggaeton, escribamos sus nombres en mayúscula, son hechos o fenómenos culturales, a pesar del tesón con que, llamadle racismo, clasismo, elitismo, puro conservadurismo, ciertos elementos de presión contribuyen a intentar silenciarlos. Y no hace falta argumentar con la baladronada de que Virgilio y J. Balvin, Shakespeare y Maluma no puedan compartir estantes. 
Entonces no es fácil juzgar discos como este YHLQMDLG, anagrama de Yo Hago Lo Que Me Da La Gana. Bad Bunny ha titulado su segundo disco largo con la misma impertinencia con la que ha producido la música que lo ha llevado a la cumbre planetaria, o, lo que es lo mismo, a que el mismísimo James Fallon lo jalee ante su público en una entrevista que para nada revela al machista impresentable que ciertos sectores pretenden presentar. Para luego actuar ataviado con una falda y mostrando una camiseta de complicidad con el público LGTB. Genio, habría que llamarle.
Cosa que me hace preguntar que qué hay de malo en que la cultura del sur y el centro de América esté arrasando globalmente e imponiendo a sus iconos, ni que sea con su creciente influencia en la impenetrable iconografía USA. Ole por vuestros cojones, amigos.
Ahora bien, desde esta igualmente impenetrable e indescifrable Europa le digo a Bad Bunny que sus discos van a tener que ser un poco más coherentes para llegar al tipo de cielos que nosotros veneramos. Porque este es un disco demasiado irregular en sus veinte canciones y diría que la ambición del músico por ser omnipresente, que ya sabemos que hoy la gloria es fugaz, le ha hecho completar una entrega con tanta duración, claramente un exceso para artistas surgidos de la inmediatez de Youtube, y que chocará, y creo que no estoy solo en esta sensación, que cada vez que en este disco el músico recurre a las sempiternas colaboraciones (demasiadas como para enumerarlas) el disco se desinfla. Si el disco mantuviera el tono de la excelente canción inicial, Si veo a tu mamá, melodía en Casiotone tomada de Jobim, tono cálido y confidente, letra que es prácticamente una entrañable historia de separación, hablaríamos de un disco prácticamente creador de un género. Pero a Bad Bunny se le escapa esa genialidad de entre los dedos. Por mantener una posición algo dada a lo polémico, Bad Bunny es tan bueno cuando aborda el trap como vulgar cuando lo hace con el reggaeton. Sin prejuicios contra el género, ahí es simplemente un músico limitado por la ecesiva uniformidad del género y por la necesidad, absurda a todas luces, de plantear las colaboraciones como retos o diálogos entre artistas. Demasiadas canciones, excluiría Ignorantes, parecen absurdas repeticiones de ganchos comerciales donde el talento brilla por su ausencia. Solo las canciones en que se emplea en solitario me parecen realmente destacables, con esa sensación de chulería frágil que muestra a un músico inquieto y versátil, , 25/8 tiene tonos confesionales sin la mínima fisura. Vete es otra pieza brillante, porque cuando el puertorriqueño crea en solitario puede dejar las canciones desnudas o incluso juguetear con los ritmos caribeños, como hace en A Tu Merced, o mostrarse cercano y biográfico como en  🖤, una despedida que representa un curioso cierre para un disco que, obviamente, hay que oír para interpretar el mundo, quizás no la obra magna que en otros tiempos y otros ámbitos esperaríamos de un icono de su actual, y real, influencia.

1 comentario:

  1. De acuerdo en casi todo aunque no he visto tan mal las colaboraciones ni me ha parecido excesivamente largo el disco.
    Lo que más me gusta de Bad Bunny es su versatilidad y el no ceñirse únicamente al género reggaeton. De hecho, en su siguiente disco, El último tour del mundo, maneja brillantemente una variedad de estilos tremenda.
    Dos grandes discos en un mismo año. No hay artista actual que lo iguale.

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