Año de publicación: 1993
Valoración: muy recomendable
Daño colateral (uno de tantos) de la apropiación por el capitalismo de los iconos de la cultura. Camiseta en Eurodisney - París (si se llama aún así) con la silueta de Mickey Mouse ayudándose del mismo grafismo (deudo a su vez de cierta estética oriental) que adornaba la portada de Unknown Pleasures, celebérrimo disco de debut de Joy Division. Sí, la de las tenues líneas blancas sobre fondo negro que van dibujando una especie de elevación en el terreno, con una perspectiva y simplicidad tosca a la par que fascinante.
Para bien o para mal, New Order hubieron de arrastrar para siempre el estigma de ser el grupo que, incluido cambio de nombre, prolongaba la carrera de Joy Division tras el suicidio de Ian Curtis. No voy a explicar más el tema. Uno de esos célebres hechos siniestros de la historia de la música que acarrean todas esas consecuencias. Culpad a la mercadotecnia o culpad a lo que sea de que haya tanta gente con esas camisetas puestas sin ser capaces de reconocer ni una canción del grupo. El grupo siniestro del tipo ese que se colgó en su cas tras ver Woyzeck.
Republic es el último gran disco de New Order. Un disco marcado por varios aspectos. Primero, la difícil papeleta de representar el siguiente paso tras Technique, auténtico paso adelante en la complicada tarea de desembarazarse de la estampa de grupo con tendencias siniestras. Después, ser e primero publicado tras el colapso de Factory, sello discográfico y aglutinador de la filosofía del grupo y de la época (tan bien retratada en la película 24 hour party people).
Se trata de un disco optimista: ya esa doble imagen en portada y su propio título apuntan otro tipo de mensajes, en medio de la Inglaterra del post-thatcherismo y de la todavía vivaz oleada de las corrientes electrónicas. Siempre me ha extrañado que no sea mencionado a menudo como una de las cumbres de su carrera. Parece que no se les perdonaba cierta tendencia al hedonismo, a alejarse del pesimismo del pasado y a disfrutar. Supongo que su masa de seguidores acérrimos no les perdonó titubeos con la frivolidad como usar estética y figurantes de Baywatch para la promoción de la contagiosa Regret, single de presentación del disco, primera canción del LP y ligero escoramiento hacia sonoridades más pop. New Order en las playas de California. Menudo shock. Pero el disco no regresa a ese sonido más que en momentos puntuales. El bajo de Peter Hook pierde protagonismo y el disco toma una onda expansiva, más orientada a los ritmos programados y a las melodías vocales. Incluso se permiten la introducción de coros femeninos, en World (The price of love), otro de los singles extraídos del disco (su nueva discográfica quiso aprovechar el tirón de prestigio y exprimió el disco a conciencia). Pero, en general, se trata de un disco con melodías y sonido reconocibles, aspecto en el que tuvo que incidir la presencia de Stephen Hague, en aquel momento productor de moda en UK (Erasure, Pet Shop Boys) y con un particular toque para los sonidos electrónicos. Republic suena a veces como la colección de hits que New Order evitó hacer en sus discos anteriores, donde siempre sus temas célebres (Blue Monday, State of the Nation) habían quedado excluidos de ser integrados en LPs. De hecho, Spooky, una de las cumbres de Republic, guarda no pocas semejanzas estructurales (el decidido fraseo de arranque) con uno de sus mayores hits, la irresistible y dinámica True Faith, canción que puede considerarse precedente necesario de lo contenido en Republic.
También supieron, obvio, sintonizar con el efervescente momento de la música en el tiempo en que se publicó. Es imposible no reconocer la frescura hedonista y efímera de grupos como The Shamen o The Beloved tras canciones como Young Offender o la extraordinaria (y poco conocida) Everyone everywhere, esta sí una canción tiznada de la melancolía que quizás sus seguidores echaron en falta aquí. Y que hace de éste un disco incomprendido, al que siguieron, y las luchas interiores que asolaron el grupo debieron tener que ver lo suyo, discos progresivamente más anónimos y vulgares. Con lo que los seguidores, desde entonces, tuvimos que conformarnos con las revisiones de su época dorada.
También supieron, obvio, sintonizar con el efervescente momento de la música en el tiempo en que se publicó. Es imposible no reconocer la frescura hedonista y efímera de grupos como The Shamen o The Beloved tras canciones como Young Offender o la extraordinaria (y poco conocida) Everyone everywhere, esta sí una canción tiznada de la melancolía que quizás sus seguidores echaron en falta aquí. Y que hace de éste un disco incomprendido, al que siguieron, y las luchas interiores que asolaron el grupo debieron tener que ver lo suyo, discos progresivamente más anónimos y vulgares. Con lo que los seguidores, desde entonces, tuvimos que conformarnos con las revisiones de su época dorada.
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