Año de publicación: 2006
Valoración: imprescindible
El proceso por el que los discos de sesión o recopilatorios empezaron a ser protagonistas relativos en las estanterías de las tiendas de discos (sí: hubo tiendas de discos en el mundo) resulta curioso y, una vez más, debemos buscar su origen en la eclosión de la música electrónica, allá por los primeros 90.
Primero la inmediatez de las remezclas y versiones de los grandes clásicos del género no encontraban buen acomodo en el formato de disco LP. O destacaban demasiado entre el material de relleno o directamente sus autores no accedían a ese formato. Después las ediciones solían ser muy limitadas con lo que quedaban reducidas al ámbito privilegiado de la gente profesional (y atenta). Por todo ello, la sucesión lógica era que los DJ en proceso de entronización empezaran a poner su nombre en las portadas de discos que no eran más que selecciones pulcramente editadas donde sus sesiones se distribuían masivamente. Al amparo de este formato, a mediados de los 90 surgieron series dedicadas a géneros, y cada una de esas publicaciones era un pequeño acontecimiento. DJ Kicks, Global Underground, Fabric, Fabricilive, Freezone. Todas estas series se fueron especializando de una manera u otra. Se trataba de franquear acceso a las audiencias a música que, por otro canal, estaba condenada a una divulgación muy limitada.
Late Night Tales fue otra de estas series, en este caso formando parte de una segunda oleada en la que el fenómeno se hizo extensivo no solo a los DJ sino a los músicos que estaban en primera línea de vanguardia. Muy sencillo a la vez que educativo. Se tomaba a algunos de estos músicos y se les pedía que incluyeran en un disco algunos de los temas que más le gustaran o que más habían influido en su obra, o que más pensaran (sin descartar el postureo de mostrar influencias dispares o poco aconsejables) que les podían representar. Luego solo se trataba de la ardua labor de clarear licencias y ya teníamos no un disco, sino una selección de las joyas que esos músicos eran capaz de mostrarnos.
Y a Air les tocó en 2006. Dúo francés dedicado a una electrónica de ambientes mezclados (pop, easy listening, folk, leve aroma jamaicano), lo que podía salir de sus baúles de clásicos no podía ser malo.
Y a Air les tocó en 2006. Dúo francés dedicado a una electrónica de ambientes mezclados (pop, easy listening, folk, leve aroma jamaicano), lo que podía salir de sus baúles de clásicos no podía ser malo.
Y no lo es, ni mucho menos. Aunque podría achacar algún devaneo con la obviedad, se me ocurren pocos discos con una duración tan buen aprovechada como este. Un festín sonoro perfecto para esa hora tras la cena en que el mundo se entrega a la telebasura.
Con un comienzo, al menos, sorprendente. Dos temas vocales de dos grupos opuestos: abren la sesión The Cure con un tema de su época (más) oscura: All cats are grey es casi Joy Division con el cantante cambiado. Pero la sorpresa acomete a la esquina: Black Sabbath aportan incomodidad en un comedido Caravan Planet, tema ralentizado y casi gélido que rompe muchos prejuicios con su estudiada musicalidad y su aire levemente africano. Pronto encontraremos refugio en aguas más afines a las producciones de Air: Nino Rota nos justifica la fascinación del dúo parisino por los ambientes cinematográficos.
Debo parar aquí: como en otros casos, enumerar una por una las canciones resulta cansino e inapropiado. Todo lo incluido aquí es magnífico y una puerta a la exploración de nueva música. La sesión se cierra con una suntuosa interpretación de Pavane Pour Une Infante Defunte, impresionismo clásico de Maurice Ravel. Por el camino nos hemos dejado a Japan, a Elliott Smith, a Minnie Riperton, a Scott Walker, y a oscuros artistas como Jeff Alexander, en una selección que resulta curiosa, por su dominio (solo tres temas son de más allá del 2000, incluyendo el que Air aportan) del sonido vintage, y, claro, ya tardaba en salir la palabrita, por el absoluto eclecticismo que muestran, sin salirse de una tonalidad relajada, aunque incómoda, con un escrupuloso mimo de manera que se evita el azúcar. Son Air y la música no se aventura en los bpm en momento alguno, el ritmo es gélido pero la sensación irreal, lynchiana (la portada muestra una barroca lámpara araña colgada en medio del bosque), nada se va de las manos, pero a la vez toda la sesión y sus combinaciones transmiten una sensación de lujo y voluptuosidad con trastiendas poco aconsejables.
Segundo disco de Air reseñado y también imprescindible.....No concordamos en los gustos musicales pero dejo una inquietud: bandas como RHCP, ACDC no merecen un lugar en el blog?
ResponderEliminarGabriel, gracias por el comentario. "Técnicamente" este no es un disco de Air, que solo aportan una canción que encima ni siquiera es una aportación expresa para el disco. Se trata de una muestra excelente de referencias. Tomo tu propuesta refererente a los dos grupos, a ver si alguien se anima, no soy conocedor de sus obras ni discografías como para expresar una opinión.
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