Tu cara no me suena |
Recojo el guante que me lanza Montuenga desde el Facebook de UnLibroAlDia y me pronuncio sobre los programas televisivos dedicados a la búsqueda de nuevos talentos musicales. Se llamen Operación Triunfo, Got talent, Lluvia de estrellas, o Qué guapa es mi hija la mediana. Y mi pronunciamiento es inapelable. Todos ellos me parecen nauseabundos. No tienen un solo minuto que merezca salvarse de la quema. Y aún queda más. Son, con mucho, lo peor que le ha podido pasar a la música en la historia. Peor que prohibiciones o señalamiento de géneros. Peor que guerras entre mods y rockers, entre tecnos y heavies, entre Costa Este y Costa Oeste.
Porque estos programas son la muestra más fehaciente de la guerra que la industria musical le ha declarado a la creatividad. A esa creatividad que implica ruptura e implica riesgo y por lo tanto reniega de estabilidad y de rutina. Eso quiere la industria musical, comercializar productos de consumo rápido, obsolescencia programada e inmediata reposición, con el mínimo coste y la mínima inversión. Si analizamos uno de estos programas todo confluye. Presencia de viejas glorias con el objetivo de reanimar sus carreras a base de aportarles visibilidad. Uso intensivo del catálogo de clásicos de la música comercial con el pretexto de que sólo es reconocible la performance por comparación con las versiones originales. Ajuste de los candidatos a media docena de perfiles perfectamente reconocibles para los standard de cada zona de acción. Se trata de garantizar artistas de repuesto para aquellos anteriores que languidecen una vez el público se ha hartado de ellos. En el caso de los programas emitidos en España, un panorama aún más descorazonador. A los émulos de cantante pasada de peso pero con potente registro vocal siempre al borde de la nota alargada artificialmente se unen los consabidos artistas raciales relacionados con el mundillo flamenco (un curioso énfasis), el clásico cantautor de guitarra acústica y pose afectada, el cantante melódico de aspecto maduro que valdría para algún género lírico, ligero o no, la lolita de turno que quiere demostrar que no hace falta acostarse con los productores para progresar en lo del pop, el rapero desorientado al que le han regalado, para acudir a la tele, el primer chándal que no parece haber sido robado de una caja descuidada en un mercadillo de extrarradio (y que acaba de sostener una discusión, cuya decisión final ha acatado rápidamente, sobre la conveniencia del peinado con el que se proponía salir en pantalla). Incluso el espantoso heavy melena al viento que ha pasado de asustar jubilados en la esquina de algún suburbio a provocar que adolescentes aborregados agiten el teléfono móvil en modo linterna al ritmo de alguna balada sonrojantemente azucarada. Un espeluznante panorama de estereotipos al servicio, recordad, de la apuesta segura, de la inversión sin riesgo, del plan renove de la estructura dispuesta a vender una y otra vez el mismo proyecto con diferente envoltorio, de esa música funcional de la que ya no se espera que aporte nada a la vida de quien la oye, más que emociones prediseñadas, conformismo y un sentido de la uniformidad que abate de forma definitiva aquello que echaremos de menos, espero, algún día: lo de la música que hemos escuchado como una especie de biografía intransferible e individual.
Y añadiría lo que pienso cuando los involucrados son niños. Pero tengo miedo de la policía.
Esperaba que coincidiéramos: creo que tengo buen gusto musical pero incapacidad congénita para hablar de música. Yo hubiera dicho que fabrican ídolos de plástico con un repertorio deleznable y una cuota de flamenco tan anacrónica que ni siquiera me parece comercial. Viene a ser lo mismo pero al fin entiendo un poco el motivo y los mecanismos de selección.
ResponderEliminarR.I.P. para la música.
Estoy de acuerdo en principio con todo lo que comentas en la entrada. No hay por dónde coger estos programas.
ResponderEliminarAdemás creo que en este tipo de textos es donde vuelas más alto. Tus reseñas literarias me gustan, pero donde realmente destacas sobre la media es como hater. Ya sea en este artículo o hablando de política.
No lo digo como algo malo. A mí también me pasa, que mi talento para la destrucción (aunque sea merecida) es mayor que para el elogio o para la mera descripción.
Y reconozco que me estaré haciendo mayor, pero me jode ser así.
Esto...me he perdido con el último comentario. Yo valoro tus comentarios literarios y musicales por igual, en algunos coincido, en otros no, y en oros la mayoría no puedo opinar porque aún no he podido formarme mi opinión sobre ese libro o disco. Ahora bien si un artefacto por llamarlo de alguna manera es infumable, no se es ni un hater ni se debe ahorrar la opinión, se agradece en este mundo da fumadora abundancia un poco de guía para abrirse camino. Volviendo al asunto de la música y estos subproductos televisivos, a mí me llama la atención otro tema que muchos, piratillas digitales a la sazón la mayoría de ellos, defienen con grandilocuencia: la democratización la cultura y del acceso a la edición. Cualquiera puede hoy en día según sus argumentos publicar un disco o un libro, sin pasar por el filtro de la industria ni las editoriales, químicas veces han ejercido monopolísticas y hasta mafiosas prácticas con los artistas. Y no dudo que en algunos casos, excepcionales, sacará a la luz algún talento que pudiera haber pasado despercibido, pero desgraciadamente creo que estamos saturados de morralla, que cualquiera pueda grabar un disco o publicar un disco no quiere decir que merezca la pena que alguien lo escuche o lo lea...
ResponderEliminarY quién ha dicho que se deba ahorrar la opinión?
ResponderEliminarSi a mí me parece fenomenal. E incluso empecé diciendo que estaba de acuerdo.
Lo único que digo, es que se le da bien dar cera.
Pues ¿y qué me decís de la canción que representa a España mañana en Eurovisión? Que no es que yo siga mucho el certamen, pero por favor... cómo se puede seleccionar semejante mierda. Si consigue algún punto, será por pena desde luego. La verdad es que el panorama musical nacional, fuera de los círculos independientes, es patético y deprimente.
ResponderEliminarPues muchísimas gracias por los comentarios. Curioso que hayan proliferado para una metaentrada, pero creo no equivocarme si digo que cualquier amante de la música detesta visceralmente estos artefactos. Partiendo de la base de que, con apenas 20 entradas, hay muchos buenos discos que comentar (intuyo que el próximo será algo polémico) es verdad que la vena hater aún no había encontrado un cauce de salida. La cuestión es que, si la inspiración y el tiempo me acompañan, quiero completar un poco esta entrada, la intención de cumplir con fecha y hora de publicación condicionó esa salida brusca.
ResponderEliminarSuscribo cada palabra, cada punto, cada coma. No soporto el show business en el que la industria musical se ha convertido. Reconozco que me enganché a Operación Triunfo 1 de pequeña, creo que porque era todo más auténtico. A día de hoy no me trago ni uno de esos programas en los que prima de todo, menos el talento musical.
ResponderEliminarUn saludo,
Sofía
Gracias, Sofia. Creo que la sensación de autenticidad de esa primera edición era solamente un engaño más, seguramente el paciente cero de esa nausebunda epidemia.
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