Año de publicación: 1976
Valoración: recomendable técnico
Cómo no recomendar un disco así: ejecutado por excelentes músicos de estudio, composiciones correctas, sonido excelente, grabación impecable adelantada a muchos recursos técnicos posteriores, coartada que engarza con lo literario en el concepto del álbum, alternancia de registros suaves y algo más agresivos.
Ahora bien, si ahondamos y nos situamos en contexto, tal como mencionamos hace unas semanas al reseñar el clásico de Pink Floyd, Alan Parsons, aún no cumplidos los treinta, venía de ser reputado ingeniero de sonido y, veáse si no el hecho de llamarse al grupo el proyecto de Alan Parsons, en algún punto decidió dar un paso adelante y, siendo consciente y conocedor de los pasos a dar, rodearse de los medios (músicos, estudios de grabación, vocalistas) necesarios para emprender una aventura que le duró lo suyo. Iniciada con este disco dedicado a la obra de Edgar Allan Poe, al que seguirían en el futuro discos dedicados a Asimov, a las pirámides, a Gaudi, en una obra que se fue escorando más y más a un pastiche AOR que, curiosamente y de forma muy breve, Daft Punk evoco en ciertos momentos de su ya lejano último disco.
Evidentemente tal ecuación no tenía resquicio alguno en medio de la espiral del rock sinfónico o progresivo, o como queráis llamarle, su aparatoso despliegue sonoro (ejemplificada en The fall of the house Usher) causó enorme impacto en un escenario aún convaleciente de La Gran Herida de la música pop (la separación de los Beatles), Alan Parsons también había participado en la grabación de Abbey Road y todo ese cúmulo arrastraba a la música a una especie de necesidad de evolución que había roto con la idea primigenia del rock como movimiento de contestación y rebeldía. Hay que culpar a los músicos que vestía con sari, a la guitarras de doble mástil y a la eclosión del LSD como apoyo constante del proceso creativo. A lo mejor.
Y este disco es solo un ejemplo más de esa decadencia, irreproducible en directo por obvios motivos, diseñado hasta la saciedad, con cada nota en su sitio, con cada vocalista adaptado a las necesidades del tema a interpretar. Música precisa que da lo que de ella se espera. La víscera, la rabia, ya al año siguiente.
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