domingo, 12 de marzo de 2017

Goldfrapp: Felt mountain


Año de publicación: 2000
Valoración: imprescindible


Apenas a unas semanas de publicarse su séptimo disco de estudio, y los seguidores del grupo volveremos a pensar en Felt mountain como si fuera una vara de medir: ojalá todos sus discos llegaran a esa altura, ojalá podamos revivir esas sensaciones. 
Y no es que los discos del dúo hayan sido desdeñables. Black Cherry fue un giro en redondo que avanzó el electro-clash. Tales of us apostó por un clasicismo cercano al soul de cámara. Supernature revivió glam y disco a partes iguales.
Pero caer a los pies de las nueve canciones que componen este Felt mountain, disco de debut me parece una cosa prácticamente inevitable. Es un disco perfecto. No se trata de la ópera prima de dos debutantes. Tanto Will Gregory como Alison Goldfrapp llegaban al grupo acumulando experiencias de peso. Gregory, compositor y multiinstrumentista había colaborado en proyectos más o menos masivos con Peter Gabriel o Tears for Fears. Goldfrapp había aportado su sensual voz a canciones de grupos más alternativos: Tricky, Orbital o Spacer. Que Gregory tuviera ya sus cuarenta añitos al publicar el disco supongo que contará. Porque es un disco de una increíble madurez, para nada una colección apañadita de canciones de una banda tanteando a la búsqueda de sonido. Y repito, perfecto. Tanto que voy a permitirme una declaración casi sacrílega. Portishead (que sí, es verdad, llegaron unos años antes con planteamientos sonoros algo similares) puede que marcaran un camino por donde discurrir. Pero Goldfrapp alcanzaron la cumbre.
He dicho cumbre. La ilustración de la contraportada resulta curiosamente evocadora. Una montaña que parece mágica y un camino que se adentra en ella. Y ante esa imagen la primera canción arranca con un sonido distorsionado, un silbido, y una nota de cuerda sostenida: Lovely head. Las influencias empiezan a amontonarse: el sonido es cinemático. Tanto que la canción es usada en películas, en anuncios. Ahí está Barry y está Morricone, el silbido rememora tanto un spaghetti western como un espectáculo decadente de cabaret en una ciudad europea del período entreguerras. Pero qué es esto. Paper bag arranca: "No time to fuck". Letras abstractas, sonido elegante y minimalista. Extraño sruidos que encajan entre sonidos más convencionales y voces a veces orgánicas a veces tratadas. Todo empieza a adquirir una tonalidad irreal. Algún detalle sampleado, sí, claro, pero por encima de todo unas composiciones que apuestan por la mezcla de detalles a veces extraños, de tempos gélidos: Deer Stop, belleza arrebatadora tanto en sus versiones más delicadas como en la grabación atiborrada de efectos vocales. No hay respiro ni para la riqueza de detalles de las canciones ni para la capacidad vocal de Alison Goldfrapp. Debía ser consciente del calibre del material, de la enorme originalidad de un disco que es capaz de encajar el detalle más excéntrico: Oompa Radar parece música de circo pero arrastra al oyente en una especie de trip no exento de romanticismo. Una de las cumbres del disco, Utopia, cuyo clip parece desvelar alguno de los secretos estéticos del álbum, situada, cosa bastante inusual, cerca del final del tracklist, cerca de Horse tears, magnífico broche final a uno de los momentos definitorios de la fusión definitiva. Porque hay pocas cosas que queden fuera de Felt mountain. Aquí hay clasicismo: Satie y Debussy, las formas adaptadas en las suntuosas bandas sonoras de Morricone, de Badalamenti, pero también la influencia del pop perverso de Scott Walker, la sutileza de Françoise Hardy, la marcialidad y el sentido dramático de vocalistas atormentados como Nick Drake o Beth Gibbons. El grupo no cedió al estúpido propósito de pretender repetir el disco: sus cambios de sonido han sido constantes y su evolución podría calificarse igualmente de errática o caprichosa como de genial y estimulante. Pero a ver quien no le perdona cualquier desliz futuro al grupo capaz de crear la maravilla inabarcable que es Felt mountain. Diecisiete años después, aún me pone la piel de gallina.

3 comentarios:

  1. Guau! Acobo de descubrir que los responsables de ULAD también tenéis este blog! Qué pena que sólo sea un disco a la semana, jeje, pero bueno, entiendo que no podéis quitaros tanto tiempo de leer y escuchar música precisamente... En cuanto a este disco que comentas, voy a tener que hacerme con él inmediatamente: no sé por qué clase de prejuicio inconsciente, tenía a Goldfrapp como un grupo con poco que decir, pero de la forma en que lo ensalzas, y poniéndolo a la altura incluso de "Dummy", que me parece un álbum seminal, tendré que hacerte caso.
    Enhorabuena y muchas gracias por vuestro nuevo blog!

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    1. Pues gracias, Javier, por tu apoyo. Respecto a Goldfrapp y Portishead, he de indicarte que, al margen de que Goldfrapp sean una debilidad personal, Portishead llevan una carrera tan poco prolífica que casi abocan a sus seguidores a postrarse ante otros grupos. Goldfrapp han cambiado de rumbo, han explorado lugares diferentes, creo que han sido más inquietos o menos condescendientes.

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  2. Gracias por descubrirme este disco. Me encanta Portishead y de Goldfrapp desconocía hasta ahora este excelente trabajo. Lo he escuchado y me ha encantado, un disco excelente.

    Os sigo en ULAD, desde ahora también en UDAS.
    Gracias por todo el bien trabajo.

    Saludos.

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