Año de publicación: 2021
Valoración: recomendable (pero inocuo)
Si fuera de los que subraya o retiene frases en libros, encontraría alguna en el brillante Retromania de Simon Reynolds que apuntalara ciertos planteamientos. Sin acritud, sin ser corrosivo y manteniendo que evocación o recreación no son sinónimos de nostalgia.
Pero no es así; Silk Sonic, acertado nombre, es un proyecto a medias entre Anderson.Paak (al que no he prestado demasiada atención entre todo el océano a medias entre el hip-hop y el r'n'b que Pitchfork lleva años obsesionado en promocionar) y Bruno Mars (imposible no prestar atención a ese omnipresente émulo de Jamiroquai supurante de una algo saturadora energía positiva).
Es un proyecto que no se conforma con la fidelidad sonora, sino que apela, de forma muy eficaz, a la estética. Los sonidos negros de los 70, los trajes blaxploitation, las coreografías, los planos divididos en pantalla en los videos promocionales, se convierten en un complemento de lo sonoro, todo tan preciso y perfecto que me provoca cierta incomodidad. Hace una semana hablé aquí de Fiona Apple, una artista sin miedo a incluir en sus canciones elementos disonantes, incluso abiertamente agresivos o poco amigables con el oyente potencial. Porque es su manera de expresarse. Pero aquí esto no tiene cabida. No sé quién es más influyente en el proyecto, pero parece que Mars, obviamente más popular y aspirante (Marc Peig ya lo apuntaba aquí - spoiler: ha de comer muchas sopas) al inhóspito trono de King of Pop, ha conseguido anestesiar cualquier conato de rebeldía: esto es soul, o funk, o r'n'b, de sedosa (...) producción, de impecable ejecución, que parece no haber reparado en medios ni en artificios promocionales, que ha cuidado hasta el último detalle para alcanzar a todo oyente potencial, olvidando que, a determinados niveles, el órgano al que alcanzar no es ni corazón ni estómago sino hígado. Y eso le falta a este proyecto. Todo es premeditado, desde la compensación de baladas almibaradas con pequeños guiños callejeros, que estamos en 2021 2022, hasta la inclusión de números funkies al uso, con la intervención de estrellas del ayer (Bootsie Collins) y el hoy (Thundercat) ese balance que parece ignorar lo rápido que el mainstream lo absorbe todo con avidez. No diré que aquí haya malas canciones ni plagios: está claro que esto es un homenaje a los Delfonics, a Stevie Wonder, a Isaac Hayes, Mayfield, Gaye, la interminable retahíla de artistas y sonidos (Philly) presentes en el imaginario común desde hace, ya, más de medio siglo. Que el homenaje es respetuoso, tanto que la innovación en tonalidades, en sonidos, en armonías, ha sido desestimada como un punto más a cumplir en la rendición de reverencias. Tanto, que el disco me parece tan brillante y agradable y sencillo en la escucha - apenas 31 minutos, sin devaneos instrumentales - como inocuo.
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