Año de publicación: 2016
Valoración: muy recomendable
Valoración: muy recomendable
No por muy brillante que me parezca su obra, a medida que la voy conociendo, voy a dejar de confesar el enorme escepticismo que me despierta la figura de Kanye West. Un tipo capaz de encargarse un Rolex con diamantes que tracen su nombre, un tipo que no para de nombrarse a sí mismo en muchas de sus canciones (este disco que comento hoy, tiene, por ejemplo, un breve corte a cappella llamado I love Kanye) y un tipo capaz de meterse (vía conyugal) en el extraño e incomprensible mundo de la familia Kardashian. Un tipo cuya fama es descomunal y suficiente para mucho más que hartarse de ver su barba recortada y su pose chulesca, pero que a la vez demuestra un gusto exquisito a la hora de elegir samples, de elegir colaboradores, y un atrevimiento superlativo a la hora de experimentar, de innovar, de fusionar elementos aparentemente incompatibles.
Hace poco, mirad si estoy en la inopia, me enteré de su estrecha colaboración en Late registration, allá por 2005, con Jon Brion, músico por el que siento tan rendida admiración que no me decido por cuál de sus discos presentar aquí una semana de estas. Y un poco es lo que me pasaba con West. Músico prolífico para los cánones actuales donde aquello tan woodyalleniano de sacar un disco al año es una utopía. Podría haber elegido el arriba mencionado, podría haberlo probado (a ver si funcionaba mejor que otras veces) con My Beautiful Dark Twisted Fantasy, uno de los pocos discos a que Pitchfork le concedió un 10, con un disco lleno de aristas como Yeezus, o haber experimentado con alguno de los otros discos que ha publicado y que no he oído.
Aunque un tipo que incluye el número 808 en el titulo de un disco merece toda mi admiración.
Pero The Life of Pablo tiene algo especial. Independientemente de que uno opine si el Pablo del título es San Pablo, Escobar o Picasso, a pesar de contar con una portada intencionadamente fea, este es un disco brillante. Ya en su concepción: consciente de que el disco sería pasto de descargas y streaming, decidió, tras publicarlo casi por sorpresa, que las ediciones del disco fueran revisadas, que el disco no dispusiera de una configuración definitiva sino que fuera una especie de proyecto en progresión dinámica, susceptible de retoques y mejoras, como para incomodar al oyente siempre atento a si eso que oía era lo definitivo. Sí, quizás no tan novedoso o no más que, por ejemplo, lo que hicieron Radiohead con In Rainbows (regalarlo y dejar que la gente les pagara "la voluntad"), pero en todo caso, algo que marcaba el signo de los tiempos. Si West pensaba que algo en el disco era mejorable, actualizaría el fichero y listos: como si fuera software.
He de reconocer que esto me desorienta a la hora de hablar del disco: supongamos que hablo de su versión más divulgada. Que se abre con cuatro magníficas canciones: Ultralight Beam, ceremoniosa balada apocalíptica con tendencia (esos coros de gospel) a la espiritualidad, organizada en torno a poderosos ganchos vocales y a una especie de riff de bajo que rebota y un esquema rítmico minimalista. Father Stretch My Hands, dividida en dos partes, a cual más agresiva y dinámica, como una reivindicación del poderío vocal a la vez que una apoteosis de samples a destajo, otra vez esa espiritualidad pero aquí ya trasluce cierto cabreo y cierto desprendimiento del misticismo inicial. Esto es un disco de Kanye West, narices, y aquí ha de haber de todo. De todo significa samplear desde Mr. Fingers hasta Goldfrapp pasando por Nina Simone, como sucede en Famous, extraordinaria pieza que cuenta con la presencia de Rihanna y con un polémico video donde el imaginario de West se muestra bastante a las claras.
Las colaboraciones toman el timón del disco a partir de ese momento y, cuestión frecuente en la era de internet, de Spotify y del uso del skip, el nivel del disco acusa un relativo bajón del cual ayudantes del rango de Frank Ocean o Kendrick Lamar no consiguen sacar. Hay interesantes experimentos como Wolves o Fade, pero no dan para sostener el extraordinario arranque durante 16 canciones. O al menos en la versión que he escuchado. Una cuestión algo incómoda: The life of Pablo planteado como proyecto permanentemente en progreso, como si fuera un monumento en construcción que hay que visitar de vez en cuando a ver cómo avanza. Pues eso, que West puede parecerte un gilipollas engreído (parece ser que le ríe las gracias a Trump y todo), pero su obra se obstina en indicar lo contrario.
Aunque un tipo que incluye el número 808 en el titulo de un disco merece toda mi admiración.
Pero The Life of Pablo tiene algo especial. Independientemente de que uno opine si el Pablo del título es San Pablo, Escobar o Picasso, a pesar de contar con una portada intencionadamente fea, este es un disco brillante. Ya en su concepción: consciente de que el disco sería pasto de descargas y streaming, decidió, tras publicarlo casi por sorpresa, que las ediciones del disco fueran revisadas, que el disco no dispusiera de una configuración definitiva sino que fuera una especie de proyecto en progresión dinámica, susceptible de retoques y mejoras, como para incomodar al oyente siempre atento a si eso que oía era lo definitivo. Sí, quizás no tan novedoso o no más que, por ejemplo, lo que hicieron Radiohead con In Rainbows (regalarlo y dejar que la gente les pagara "la voluntad"), pero en todo caso, algo que marcaba el signo de los tiempos. Si West pensaba que algo en el disco era mejorable, actualizaría el fichero y listos: como si fuera software.
He de reconocer que esto me desorienta a la hora de hablar del disco: supongamos que hablo de su versión más divulgada. Que se abre con cuatro magníficas canciones: Ultralight Beam, ceremoniosa balada apocalíptica con tendencia (esos coros de gospel) a la espiritualidad, organizada en torno a poderosos ganchos vocales y a una especie de riff de bajo que rebota y un esquema rítmico minimalista. Father Stretch My Hands, dividida en dos partes, a cual más agresiva y dinámica, como una reivindicación del poderío vocal a la vez que una apoteosis de samples a destajo, otra vez esa espiritualidad pero aquí ya trasluce cierto cabreo y cierto desprendimiento del misticismo inicial. Esto es un disco de Kanye West, narices, y aquí ha de haber de todo. De todo significa samplear desde Mr. Fingers hasta Goldfrapp pasando por Nina Simone, como sucede en Famous, extraordinaria pieza que cuenta con la presencia de Rihanna y con un polémico video donde el imaginario de West se muestra bastante a las claras.
Las colaboraciones toman el timón del disco a partir de ese momento y, cuestión frecuente en la era de internet, de Spotify y del uso del skip, el nivel del disco acusa un relativo bajón del cual ayudantes del rango de Frank Ocean o Kendrick Lamar no consiguen sacar. Hay interesantes experimentos como Wolves o Fade, pero no dan para sostener el extraordinario arranque durante 16 canciones. O al menos en la versión que he escuchado. Una cuestión algo incómoda: The life of Pablo planteado como proyecto permanentemente en progreso, como si fuera un monumento en construcción que hay que visitar de vez en cuando a ver cómo avanza. Pues eso, que West puede parecerte un gilipollas engreído (parece ser que le ríe las gracias a Trump y todo), pero su obra se obstina en indicar lo contrario.
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