Año de publicación: 1971
Valoración: casi imprescindible
Sin pretender parecer superficial, he de empezar mencionando la condición de Françoise Hardy (en la actualidad, poco menos que reivindicando ser eutanasiada por los terribles dolores derivados de una complicada enfermedad) de persona más cool del universo justo en ese punto álgido en el que este disco se publicó. Una definición prácticamente imposible de sostener de forma objetiva cuando era bastante sosa ante cámara y tampoco era una persona muy activa en lo social. Pero incluso limitándose a estar era un icono absoluto e indiscutible.
La question es un disco casi a la antigua usanza. Doce canciones (seguro que seis por cara en su día), apenas media hora de música sin que ninguna canción llegue a los cuatro minutos. Creado en gran parte junto a Tuca, guitarrista y compositora brasileña prematuramente desaparecida, cuya guitarra en primer plano en el canal izquierdo domina en la mayoría de las grandes canciones que este disco alberga. Aunque yo hubiera elegido una canción diferente que Viens para abrirlo, una buena canción a la que aprecio un sonido algo abigarrado en la producción, el disco entra rápidamente en su sonido en La Question, colosal canción que ya empieza a transpirar, esos acordes, el tono casi irreal que el disco no abandonará, y uno podría decir que esa pose, esa languidez, a estas alturas resulta conocida y sobreexplotada, pero oh la la, resulta que Hardy estuvo allí primero, incluso aportando algo un poco extraño como Chanson d'O, prácticamente un susurro inarticulado, o Le martien, con esa especie de susurro acompañando, que alejan el disco del entorno de cantautor y lo elevan a esa especie de ámbito irreal. He de agradecer la inclusión de Si mi caballero en una histórica sesión para The Blue Room a cargo de Goldfrapp para penetrar en este disco y no puedo evitar recordar algo el último - hay algo injusto en que haya sido tan unánimemente ignorado - disco de Arcade Fire cuando oigo la sección de cuerda en Rêve, otra vaporosa canción que cierre el álbum entre deliciosos arreglos y la dulce voz de Hardy, no exactamente una cantante virtuosa, más bien un absoluto mito capaz de recrear un ambiente con un simple fraseo.
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