Año de publicación: 1998
Valoración: muy recomendable
Convertida casi de forma instantánea en clásico de culto, Velvet Goldmine - la película - retrataba con fidelidad y el justo equilibrio entre histrionismo y perspectiva el surgimiento del fenómeno glam-rock. Lo hacía asiéndose con fuerza a sus referentes principales (Bowie, Marc Bolan) y eligiendo su lógico emplazamiento (una Inglaterra triste y decadente, con familias escandalizadas, ya visibles en otras películas como Quadrophenia, ante el surgimiento de una juventud postrada a los pies de sus ídolos de referencia). Una combinación muy efectiva a la que hay que sumar la presencia de tres actores , en distintos niveles, en estado de gracia. Rhys-Meyers, Bale, McGregor, todos ellos mostrando pleno conocimiento de aquello que retrataban sus papeles.
Y la banda sonora, obviamente, no podía fallar. Pero donde se podría haber apostado por una secuencia de clásicos del género en sus interpretaciones originales, se optó por una muy efectiva combinación: algún original, como no (Lou Reed en su sempiterno Satellite of love, brillante en lo sonoro y en lo conceptual, o ese gurú en segundo plano que fue Brian Eno), algunos temas compuestos para encarnar el repertorio propio del artista concebido como protagonista del film, que resultan estar muy al nivel. La desconocida (e id a saber si efímera) banda Shudder To Think aporta dos gloriosos números, casi tan icónicos como sus compañeros en el tracklisting: Hot One, glorioso video encastrado en la película que parece no haber olvidado ni un detalle, y la nada desdeñable Ballad Of Maxwell Demon, dos brillantes números con entidad propia pero cuyo conjugamiento con las imágenes eleva a la gloria. También se representa, y me ahorraré los videos, por coherencia de este blog, la aviesa escora del sonido hacia el heavy metal más garrulo, que ya es mucho decir.
Y los complementos: Mc Gregor (que demostraría sus cualidades vocales repitiendo en Moulin Rouge) se atreve a cantar, como lo hace Rhys-Meyers, pero el resto del pastel lo representan bandas de influencias glam como Pulp, Placebo o miembros de Radiohead (que, 1998, estaban en plena orgía global ante la merecida repercusión de OK Computer) que se atreven con clásicos de T Rex, de Roxy Music - influencia escondida y casi irrepresentable en la película - para redondear lo que podría acabar pareciendo un algo forzado disco de homenaje/colchón sonoro/nostalgia decadente, y se convierte en un muy digno artefacto sonoro con vida propia al margen (no a espaldas) de las imágenes que con él conviven. Sin el histrión propio de otros experimentos parecidos, y con un respeto casi clerical, uno de esos discos que ayudan mucho a comprender un sonido.